sábado, 8 de octubre de 2011

Chapter 11.

- ¿Emily? 
Miré a William con los ojos abiertos como platos. Había estado más de un día fuera, ¿cómo íbamos a estar aquí todavía? 
- Qué.
- Pues... qué te pasa, supongo. ¿Por qué has salido corriendo a esconderte detrás de este árbol?
- Ah... pues... cosas de chicas.
- Ah, entiendo. ¿Qué tal si olvidamos todo esto y seguimos con nuestro paseo?
- Sería estupendo -dije con una sonrisa forzada.
- Sabes, que haces mucha gracia ahí tirada, en el pie de este gran árbol y seguramente... un poco sucia, ¿no?
William rió. Ahora mismo, me estaba dejando por los suelos, nunca mejor dicho. Pero de alguna forma, William hacía que cuando se reía, una paz interior te recorriera por dentro, y que entonces solo puedas sentirte bien y sonreír. 
¿PERO QUÉ ESTABA DICIENDO? Vamos, hacía nada que conocía a este chico y ya le estaba echando flores, tenía que volver al mundo real. Nunca mejor dicho, otra vez.
- ¿Te ayudo? -me preguntó William mientras me tendió una mano y se aguantaba las ganas de reír.
- Mmm, me parece que yo puedo sola. 
- Vale, vale. Jajajaja, hacía tiempo que no lo pasaba tan bien.
- ¿Tan bien? 
- Sí, ya sabes, hacía tiempo que no me reía, que me limitaba a la rutina de siempre, no hacía cosas nuevas. Y esto ha sido realmente gratificante para mí, aunque no lo creas.
Me hacía gracia cómo hablaba William. Claro, estábamos a cientos de años atrás. ¿Cómo se lo tomaría si le contase que de donde de verdad vengo, el está ya más que muerto? Reí por lo bajo.
-William se aclaró la garganta- Bueno, ¿te apetece que vayamos a algún lugar en especial? 
- Que no, que me da igual. Llévame donde tu quieras.
En mi época, eso hubiera significado su casa, su habitación y su cama. Me sentí bien en ese momento, porque sabía que en esta época, las probabilidades de que William me violara o algo por el estilo eran muy muy escasas. 
- Está bien, te llevaré a mi lado favorito de este parque.
- Tú mandas.
Estuvimos unos 20 minutos andando y hablando sobre nuestras vidas, sobre todo la de William. Me contó que su padre murió cuando él aún era joven, y que ahora su madre estaba como loca buscando pretendientas por todo el condado, pues si ella moría, nuestra familia se iba a pique.
- ¿Y no te da miedo... ya sabes, llevarlo todo?
- Un poco, pero estoy obligado. No tengo elección. 
También me contó todo sobre este parque, los alrededores, sus leyendas; tanto las ciertas como las que menos se creían, su historia... era todo realmente interesante. No era como la típica clase de Historia del señor Adam, que pasaba más de la mitad de la clase peinándose su querido bigote, esto era más... real. Lo estaba viviendo, sí, a partir de ahora iba a sacar matrícula en Historia. 
- Llevo mucho tiempo hablando de mi... ahora te toca a ti, Emily.
- ¿A mí? -empecé a ponerme nerviosa, y el sudor frío empezó a recorrer mi frente.
- Sí, a ti. No tienes ningún problema, ¿no?
- Eh... bueno; si quieres saber más sobre mí, tendrás que ganártelo.
- ¿Y cómo hago eso?
- Ya lo verás. 
- ¿Ya lo veré? ¿Qué me quieres decir con eso?
- Tú mismo lo averiguarás.
- Emily, siento decepcionarte pero no entiendo nada de lo que me estás diciendo.
Salí corriendo hacia delante.
- ¡Emily, espera! ¿Qué pasa ahora?
Me dí la vuelta, y William corrió hacia mí:
- ¿Qué quieres decir?
- Confía en mí -le sonreí.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Chapter 10.♥

El corazón nunca me había latido tan rápido. Desde pequeña siempre había tenido muchos miedos, pero uno de los peores era el miedo a las alturas. No podía creer lo que estaba haciendo. Sabía que tenía un 90% de posibilidades de caer a la calle, que nadie la viera, morir y terminar para siempre. Pero había algo, que hacía que la cabeza se le fuera a otra parte. Quizá sería que el concepto de saber que es invisible en el siglo 21, o el de que hace nada, estaba viajando en el tiempo. 
Avancé despacio y con cuidado hasta llegar a la ventana de mi cuarto. Di gracias a Dios por tener una casa vieja con ventanas sobresalientes, no como por ejemplo la de Alice, que era totalmente plana por fuera. Escalé por la ventana hacía arriba todo lo cuidadosamente y rápido que pude, pues una de las peores cosas que se me daban era escalar. En la acampada del colegio hace unos 5 años, siempre perdía en todas las cosas de este tipo. Yo insistía en no ir, pero mamá decía que estaba obligada, para así poder relacionarme más con los demás chicos y chicas. 
Al terminar de subir por la ventana, decidí sentarme un poco en un trozo de tejado que había. Total, nadie me veía. Observé detenidamente toda la ciudad: Había un parque cerca, con niños jugando, otros peleando o simplemente caminando con sus correspondientes madres. Veía las ventanas de los vecinos, unos discutían, una chica estaba conectada al ordenador, seguramente en Facebook y un chico un poco más lejos, se miraba en el espejo si tenía más abdominales que hace una semana. Todo el mundo siguiendo su monótona y tranquila vida, como yo hace un par de días. Ahora mismo estaría en el ordenador, o riendo con Alice, o leyendo un libro o simplemente quejándome de mi asco de vida, pero ahora me parece asco es esto. Al igual que hubo una forma de viajar al pasado, también habrá otra forma para estar en el presente, que me reconozcan y no saltar nunca más en el tiempo. 
Volviendo al mundo real, me levanté con cuidado y escalé un poco más. ¿Quién iba a imaginar que hoy estaría subiendo por las tejas de mi casa? Era alucinante. Al llegar arriba del todo, me dirigí hacia la chimenea. Cuando llegué a ella, me apoyé y entonces, antes de seguir, me quedé paralizada. Todo, absolutamente todo lo que había alrededor no parecía mi ciudad de siempre. Vista desde otra perspectiva, todo era mucho más bonito y encantador. ¿Cómo se vería la ciudad desde aquí en el pasado? 
Entonces, me percaté. ¿Cómo iba a salir de mi casa por el tejado? Supongo que los nervios me habían jugado una mala pasada, y había corrido todo este peligro y miedo para nada. Además, si me fuera, ¿dónde iba a ir? Nadie podía verme, pero sí sentirme. Pero, ¿sentirme para qué? Eso no solucionaría nada. Al intentar volver a bajar para abajo, resbalé con una teja medio caída y me quedé agarrada de la chimenea otra vez. Al prestar atención, me di cuenta de que debajo de esa teja, había como una especie de trampilla, supuestamente al ático. No me lo pensé dos veces. Empecé a arrancar tejas con cuidado -lo siento mamá, pero es por mi vida- y descubrí la salida. Estaba un poco dura, pero a los pocos segundos conseguí abrirla. Estaba un poco alto, pero mejor era eso que arriesgarme a caer desde el 3º piso de mi casa. 
Conté hasta tres y me dejé caer en el suelo. Sonó muy fuerte, y supuse que vendrían a mirar si había pasado algo. Pero no me preocupé, con que me mantuviera en una esquina quieta no notarían mi presencia. Me había torcido un poco los tobillos, pero no pensé que fuera importante. De repente escuché a una persona subir las escaleras, y silenciosa me dirigí a la esquina derecha a esperar a que se marchara. 
La persona que entró en el ático no era exactamente la que yo me esperaba encontrar. Era Alice, con lágrimas en los ojos y el rimel un poco corrido. Me entraron unas terribles ganas de correr hacia ella, abrazarla y decirle que estaba ahí con ella, que nada iba mal. Bueno sí, viajaba al futuro sin darme cuenta y la gente no podía verme, pero eso no importaba. Porque cada vez que yo tenía un problema, por tonto que sea, Alice estaba ahí para apoyarme. Siempre me defendía. Siempre estaba de mi lado. Siempre reía conmigo y lloraba conmigo. Y ahora mismo las dos estábamos llorando de desesperación al no tenernos la una a la otra. ¿Ya no más tardes de películas románticas? No quería creérmelo. ¿No más días llenos de mini conciertos por nosotras mismas? Imposible. 
No lo pude evitar, me eché a correr hacia ella, que estaba en el medio de la habitación, confusa. Cuando la abracé, a Alice se le encogió el pecho. Sintió como si la ahogaban, pero acto seguido relajó sus facciones y noté como se iba sintiendo más aliviada. Yo sentía su corazón latir, y puede que ella el mío. Así estuvimos durante un rato, hasta que de repente, sentí como mis  pies volvían a sentirse algo ligeros otra vez. Alice se mantuvo alerta de nuevo, y sin saber por qué, grito mi nombre. ¿Me estaba viendo? Instintivamente yo grité el suyo, y alargué mi mano hacia la suya. Ella me la dio, pero empecé a sentir más y más náuseas conforme pasaban los segundos, y sin ni siquiera darme cuenta, nuestras manos se separaron y yo vi como una de las personas a las que más quería en el mundo se desvanecía ante mis ojos, expresando miedo y nervios, mientras yo sentía ser la chica más estúpida del mundo.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Chapter 9.♥

Me despertaron unas voces gritando algo sobre comida.
- ¡Mamá yo quiero tortitas!
- Pues a mi me apetecen más unas tostadas y bacon...
- ¡Pero!
- Shh, haré un poco de cada. Es muy temprano, dejad de pegar tantas voces.
Sí, eran mis dos queridos hermanos y mi madre, como todas las mañanas peleando por el desayuno. ¿Qué hora sería? Fui a mirarla en el reloj que tenía en la mesilla. Las 8 de la mañana. Vaya, qué temprano. Normalmente solía levantarme a las 12 y a veces, ni siquiera desayunaba. 
Iba a dirigirme a la cocina, para ir a desayunar, pero entonces me acordé de que nadie podía verme. Era un tanto triste, pero como en tantas películas había visto, lo que primero tenía que hacer era no perder la cabeza y sobre todo, no rendirme nunca. Aproveché cuando todos se dispusieron a comer y a hablar para darme una ducha rápida.
Cogí ropa limpia de mi armario, ya que todavía llevaba el vestido de la casa de William. Iba a elegir unos shorts con una camisa, pero luego pensé que si volvía a viajar al pasado y me veían vestida así, podrían hasta matarme. Al final me decanté por un pantalón largo, unas converse y una camiseta normal. Si volvía a viajar... diría que lo había encontrado por ahí tirado. 
Corrí al cuarto de baño intentando hacer el menor ruido posible. Necesitaba una ducha urgentemente, mi pelo y yo misma en general, estábamos más sucios que si me hubiera revolcado en barro. 
Empecé a desnudarme. Nunca había entendido el complejo que tenían la mayoría de las chicas con su cuerpo, que si estoy gorda, que si no me gustan mis caderas, ¡yo quiero tus ojos! y miles de memeces más. Pero a mí no me importaba, yo era como era y no tenía por qué avergonzarme de nada. Mi castaño con pelirrojos reflejos cayó por mi espalda al quitarme la camiseta, cosa que me hizo alguna que otra cosquilla. Cuando iba a entrar en la ducha, me fijé en mi reflejo del espejo. Mis ojos color verde intenso reflejaban miedo y desesperación, y en realidad no mentían. Casi toda mi cara expresaba eso, y eso, no me gustaba. 
Volví a la realidad y me metí por fin bajo el agua rezando porque nadie se diera cuenta de mi presencia. 
Decidí que estos instantes de relajación, no me los iba a quitar nadie. Ni un viaje al pasado, ni alguien llamando a la puerta, ni un pensamiento de los tipo 'y si...' no, nada. Puse el agua caliente al máximo y empecé a masajearme la cabeza con un champú nuevo que había comprado mi madre, olía a rosas. Era muy agradable, así que me enjuagué el pelo dos veces con él. Cuando estaba a punto de salir, la voz de mi tía desde el salón me despertó de esa especie de sueño que estaba teniendo:
- Me parece que voy a darme una ducha, ahora vengo. 
Alarmada, salí corriendo de debajo del agua y comencé a vestirme sin haberme secado previamente. Ya escuchaba a mi tía coger su ropa en su habitación, así que me apresuré en cepillarme el pelo lo más rápido que podía. Al terminar, busqué una forma de salir. Sí, la ventana que daba al tejado. Me subí a un banco que teníamos dentro y la abrí. Era un tanto pequeña, pero creo que podía salir. Ya escuchaba los pasos de mi tía en el pasillo cuando conseguí salir, cerré la ventana a tiempo y asustada, contemplaba la acera desde un segundo piso, que nunca me habían parecido tan altos como ahora.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Chapter 8.♥

Me despertaron unas voces muy familiares. Miré hacía un lado y hacia el otro; efectivamente, estaba en mi casa. En el año 2011. Al intentar levantarme me percaté de que me había dado un golpe en la cabeza con un baúl cercano. Entonces, estaba en el ático. Cuando por fin conseguí levantarme, me encontré a Alice y mi madre sentadas en un viejo sofá, hablando sobre... ¿sobre mí? Entonces caí en la cuenta, HABÍA VUELTO A CASA. Corrí hacia ellas pero al abrazarlas a las dos a la vez, siguieron hablando como si nada. Lo intenté varias veces, y era igual. 
- ¿Oye no te sientes un poco abrumada aquí? Me parece como si alguien me estuviera tocando, jajaja -preguntó Alice.
- Pues la verdad es que un poco sí, ¿nos vamos para abajo?
- Me parece estupendo.
Y las dos, marcharon hacia el piso de abajo, mientras yo con la cara bañada de lágrimas me sentaba en el sofá y pensaba en... por qué a mí. 
Pero ¿qué se supone que me pasaba? Viajaba al pasado, y al presente. Y para colmo las personas parecían no verme en mi época. Estaba muy confusa, no podía pensar, no podía razonar, solo quería solucionarlo. En fin, ¿por qué viajó al pasado? Tendría que ser por alguna razón. Después de un tiempo dándole vueltas, al final pensó que sería mejor rebuscar en la historia de esta casa. El por qué de ese reloj, por qué lo compraron... etc.
Bajé las escaleras decidida, pues nadie podía verme ni escuchar mi voz, pero a mitad de las escaleras paré. No podían verme, pero sí lo que cogía. Así que si por ejemplo abría un armario, verían las puertas y todo moverse sin ninguna explicación. Decidí bajar al comedor, donde estaban todas sentadas y escuchar su conversación. 
Tuve suerte, parecía como si me hubieran escuchado:
- Oye, ¿vamos a comer a algún sitio por ahí esta noche? Hace tiempo que no salgo, y me gustaría cambiar las vistas -sugirió mi abuela.
- A mi me parece bien, mañana no tengo que trabajar, ¿te apetece, Margaret? -mi madre, tan amigable como siempre.
- ¿A comer fuera? No sería mejor...
- ¡Vamos, tita! No salgo desde hace mucho tiempo... ¡me gustaría ir a Mac Donals! -grió mi hermano pequeño.
Reí. Los echaba de menos. Quería abrazarle, pero no podía.
- Alice, si quieres puedes venirte. Yo llamaré a tu madre -le dijo a mi amiga, mi madre otra vez mostrándose feliz.
- Además... quiero despejarme de esto de lo de Emily.
- No te preocupes hija, nosotras ya no podemos hacer nada, como te acabo de decir. Solo ella, ella es la que de verdad tiene que resolver el enigma -explicó mi abuela.
Así que... un enigma, ¿no? Bien, cuando esta noche se marcharan, rebuscaría por toda la casa en busca de pruebas y pistas. 


Al llegar la noche, todos salieron felices por la puerta a comer a un nuevo restaurante que habían puesto a un par de manzanas de aquí. Era mi turno. 
Me levanté de la esquina donde había esperado y empecé por los armarios del salón. Eran un tanto viejos, y en todos los años que llevaba viviendo en esta casa nunca me había fijado en la cantidad de cosas que tiene. Pero nada, todo eran fotos de la boda de mi madre y vajillas para tomar el té. 
Después de dar vueltas por toda la casa, me dirigí a mi último cuarto. El ático. Tenía hasta un poco de miedo de volver allí. ¿Y si viajaba al pasado de nuevo? Según mi abuela, allí tenía que resolver un enigma, pero... ¿cuál?
No había encontrado nada por toda la casa, pero al llegar allí, presentí que allí se encontraba mi respuesta, o al menos parte de ella. 
Después de rebuscar en varios baúles, tantear algunas paredes y también parte del suelo, encontré lo que buscaba: Me di cuenta de que en la pared izquierda de mi ático había una inscripción, pues había algunas partes un poco más oscuras que otras. Aún así... me era imposible descifrarlo. Tenía que encontrar algo con lo que poder leerlo. ¿Agua? Bajé rápida a por una gran botella de agua, hasta que por el camino, vi un pequeño libro tirado en el suelo de mi hermano. Era algo de detectives, y solo por pura curiosidad, me puse a hojearlo. Entonces di en clavo; había una parte de acertijos y ejercicios. Y efectivamente, hoy estaba de suerte, había uno que era para descifrar un código secreto. Era en papel, pero supongo que también podría funcionar en una pared de madera. Al menos lo intentaría. Ponía que había que hacer una especie de limonada sin azúcar, pero más amarga. Fui rápida a hacerla y subía con cuidado de no derramarla. Una vez en el ático, cogí un pincel que había tirado por allí y comencé a pintar toda la pared con esa extraña mezcla. Yo no veía nada, pero yo seguí hasta que acabé la limonada. Al terminar me eché para atrás y observé la pared, pero no aparecía nada. 
De repente, se fue la luz. Grité, y cogí una linterna que había colgada en la pared por si alguna vez pasaba algo así. El encenderla me dejó sin respiración. Exactamente, así se podía apreciar mucho mejor lo que ponía en la pared. Había algo escrito, por suerte en mi idioma pero parecía haber sido escrito hace mucho, y creo que yo era la primera en descubrirlo. Como no tenía tiempo para averiguar lo que significaba ahora mismo, lo escribí en un papel y me lo guardé en el bolsillo, mi familia podría volver en cualquier momento. Ahora, para borrar el mensaje y que nadie más lo viera, decidí echar agua, y sí, desapareció por completo. 
Oí unos ruidos abajo del todo, y yo corrí apresurada hasta mi habitación, donde me senté en el suelo para que nadie notara nada si entraban. Al cabo de una media hora, escuché que todos se iban a dormir. Decidí tumbarme yo también y esperar no despertar en la época de William o algo por el estilo.

lunes, 29 de agosto de 2011

Chapter 7.♥

- ¿Está lista mi misteriosa dama? -preguntó William acompañado de una preciosa sonrisa.
- Sí, lo está. ¿Misteriosa por qué?
- Mmm, lleva razón. Mejor dicho la dama... que es capaz de sobrevivir una noche fuera. 
- ¿Eso tiene algún mérito? -no sabía si estábamos de risa, o enserio. Pero su sonrisa hacía que yo sacara otra también, y entre los dos hacer de esa conversación algo parecido a un teatro.
- Jajaja, ¡pues claro! ¿Sabes la de vagabundos y locos que hay sueltos por ahí por la noche? Sin contar el resfriado que podrías haber cogido.
- Pero un resfriado... 
- ¿Qué pasa?
- Nada, nada. ¿Vamos a dar nuestro paseo? 
Otra vez. Casi se me escapaba que en mi época un resfriado es casi inofensivo. 
- Pues claro. ¿Cuáles son sus parajes favoritos?
- ¿Qué? Ah, elija usted.
- Como usted quiera, jaja.
Sonreí. Vale. Estaba CLARO que no aguantaba veinte minutos más en esta época. Necesitaba volver a mi querida casa llena de escondrijos, a escuchar las quejas de tía Margaret, abrazar a Alice... Ahora que caía; ¿QUÉ ESTARÍA PASANDO EN EL AÑO 2011? Seguro que todos están preocupados... ¿abran llamado a la policía? Dios... tenía que encontrar la forma de salir de aquí, y eso no se solucionaba dando paseos con un chico al que acababa de conocer. 
- William...
- ¿Sí?
- No puedo hacer esto.
- ¿El qué?
- Esto... estar aquí contigo. Tengo cosas de las que ocuparme.
- Vamos, has perdido... a tu familia, tu casa. Lo siento. Pero... no tienes dónde quedarte. ¿Sabes? Siempre me ha gustado tener alguna amiga. Todas las señoritas que veo... solo se acercan a mí porque su rico padre les ha dicho que hable conmigo. Pero tú eres diferente, hasta te muestras indiferente a mí. 
- Pero... no lo entiendes, William.
- ¿El qué no entiendo? ¿Que tu eres otra de esas chicas?
- ¡NO! Me has caído super bien pero...
- Entonces, continuemos con nuestro paseo, por favor. 
Callé. En realidad, me daba un poco de... pena. Yo era su primera amiga... no quería hacerle daño. Lo había conocido hace unas horas y ya lo... ¿quería? Solo como amigo, claro está. En realidad, William está muerto ahora mismo. Dios... 
- ¡EMILY!
- ¿Qué? ¿¡QUÉ!?
Casi me caía. Me había pisado el vestido con los zapatos. O... espera, no sentía el suelo. NO SENTÍA EL SUELO. 
- William... discúlpame un momento. 
Salí corriendo como pude, mientras William gritaba mi nombre a mis espaldas. Estábamos en un parque. Corrí detrás de un gran árbol mientras contemplaba horrorizada cómo mis brazos se iban desvaneciendo. Llegué justo a tiempo para ver como todo lo que mis ojos divisaban se volviera negro y caer al vacío hacía... algún lugar en la línea del tiempo. 

viernes, 26 de agosto de 2011

Chapter 6.♥

- Bueno, háblame de ti. 
- ¿Qué quieres que te cuente? -dije un poco asustada. ¡VENÍA DEL SIGLO 21! ¿Qué iba a contarle?
- Pues... no sé; cómo has llegado hasta aquí, qué has hecho el resto de tu vida antes de estar... sola... por qué llevas ese vestido... -William soltó una pequeña risa. En realidad, era mono.
Nerviosa, empecé a ingeniármelas para contar una historia creíble e interesante:
- Pues... yo antes era como tú, osea no era rica pero vivía en una humilde casa lejos de aquí... desgraciadamente hace poco... mis padres y yo fuimos a ver un... -¿en esta época había teatros? ¿Óperas?-
- Sigue, Emily. ¿Fuisteis a ver el nuevo musical?
- ¡Sí! Sí, exacto, ese musical. Entonces a la salida de él, unos ladrones nos atracaron... soy hija única, así que al ir los ladrones primero hacia mis padres, ellos me gritaron que corriera, y yo les hice caso. Estuve corriendo casi media hora. Estaba muy cansada... pero tenía muchísimo miedo, y eso me daba más fuerzas para seguir adelante... Cuando por fin paré, me di cuenta de que mi arreglado vestido no me ayudaría a correr más, así que me puse este que encontré tirado por ahí... -entre los nervios que tenía para inventarme cosas progresivamente y la cara de asombro de William, me iba a dar un ataque de risa- y me dirigí. Pero al llegar allí, vi que los ladrones habían localizado mi vivienda y estaba en llamas. Entonces empecé a correr desesperadamente hacía ningún lado y... aquí llegué. 
Hubo unos segundos de silencio. Al poco rato, William decidió tomar la iniciativa:
- V-vaya... es muy... muy asombroso. 
- Ya ves... 
- Te traigo la comida, Emily. Si necesitas algo más me lo pides sin problemas, ¿vale? -dijo con una sonrisa en la cara la madre de William.
- Vale, muchas gracias señora. -contesté.
Tenía mucha hambre. Aunque, no iba a comenzar a devorar como un león delante de mi nuevo 'amigo'... y menos en esta época. ¿Por cierto en que año estamos? 
- Oye... ¿podrías enseñarme un calendario, William?
- Claro, pero ¿para qué? 
- Tú enseñamelo, por favor. 
- Vale, enseguida vuelvo.
- Ok. DIGO VALE.
- ¿Qué has dicho?
- Nada, nada. Corre a por el calendario, por favor.
- Pues vale...
Eso era otra de las cosas... ¿Cómo se habla en esta época? No podía meter la pata diciendo una de mis típicas expresiones como 'mola', 'flípalo' o muchas otras. Debería estar al tanto para no ser descubierta.
- Aquí lo tienes. -aseguró William, entregándome una hoja de papel con muchas letras y números, escritos con una caligrafía perfecta. 
- ¿Está hecho a mano?
- ¿Cómo si no? -William rió.
- Jajaja, cierto. 
"1923". Perfecto. Todavía no ha nacido nadie a quien yo conozca. Espera... puede... ¡SÍ! Mi abuelo, mi abuelo nació hace 6 años. Pero no pienso hablar con un enano, no me va a entender nada y encima puedo cambiar seriamente el presente. 
- ¿Pasa algo, Emily?
- No, nada William. ¿Vamos a dar un paseo?
- Claro, pero primero deberías quitarte esa ropa que llevas... ven, te buscaré algo en el armario de mi madre.
- ¿De tu madre? ¿Eso no me estará grande? 
- Ya verás...
Subimos al piso de arriba. Todo estaba perfectamente decorado e iluminado. Parecía que estaba en los decorados de una película de los años... del año 1923. Reí levemente. Todavía no me lo creía. 
Al llegar arriba, entramos en una especie de habitación llena de vestidos y complementos. Un vestidor a lo GRANDE. 
- Bien Emily, elige lo que más te guste.
- Pero... ¿a tu madre no le molestara? 
- Que va, estas son sus prendas de la infancia preferidas; le daba pena tirarlas y las guardaba aquí. Puedes coger lo que te plazca. 
- En ese caso... ¡eh! Sal de aquí.
- Vale, jajajajajaja.
Reí. Seguidamente, me dispuse a jugar un poco a vestirme de... 'otra época'. Algo parecido a lo que hacía con Alice en su desván hace un tiempo... pero con más clase. 

sábado, 23 de julio de 2011

Chapter 5.♥

Hacía un rato que no veía a nadie por la calle excepto algún gato vagabundo. Era de noche, y las pocas personas que antes vi supongo que se dirigían hacia sus casas. Me estaba haciendo a la idea de que tendría que dormir fuera, y también cómo hacer para no despertarme en alguna sala desconocida. Intentando mentalizarme de que soy valiente, seguí andando para encontrar algún cobijo que me sirviera para pasar la noche.
Tenía un miedo terrible: todo estaba solitario y la única iluminación que había eran las que procedían de las casas, y que poco a poco se iban extinguiendo. Tenía que encontrar algún sitio bueno y rápido.
Al cabo de unos diez minutos, divisé un pequeño cobertizo hecho como de lata y que daba un poco de asco, pero prefería dormir ahí que fuera. Así que aparté un poco un trozo de madera que había como puerta y una vez dentro, intenté sentarme. La verdad es que aquello no estaba nada mal, no olía peste como me había imaginado y aunque el suelo estuviera un poco duro, no había humedad y no encontraba ninguna razón por la que alguien entrara aquí, pues no había nada que buscar.
Así que, me acurruqué como pude, recé para que nadie me encontrara y cerré los ojos.

Un hilo de luz solar filtrado por una rajita de las paredes de madera me despertó. Había tenido suerte: nadie se había percatado de que yo estaba allí. Intenté peinarme un poco con las manos, quitar lo más posible de mi cara de dormida y ajustarme bien el vestido robado.
Salí fuera, y menos mal que no había casi nadie, solo un par de mujeres ya avanzadas en edad que seguramente iban a comprar pescado fresco o algo por el estilo. Me miraron con desprecio, y no me sorprendí: tenía unas pintas horribles. Con la cabeza gacha, empecé a caminar por la calle, sin saber muy bien el rumbo que tomar.
El hambre me llamaba: mi estómago, acostumbrado a picar algo cada 10 minutos, me pedía a gritos un buen desayuno, cosa que veía muy imposible. Estaba muy asustada; ¿moriría de hambre en aquél portal del tiempo? Todavía no me hacía a la idea de que no vivía en mi época, en el verdadero presente. Mientras intentaba ocultar los rugidos de mi barriga, mi desesperación y mi cansancio, un muchacho un poco más mayor que yo se acercó a mi lado:
-         ¿Hola? ¿Cómo te llamas, chica?
-         ¿Quién eres?
-         Yo soy William, y vivo en aquella casa de allí –señaló un gran caserón a la vuelta de la esquina-, en mi familia somos muy honrados y al verte por la ventana cansada y posiblemente hambrienta, he bajado a hacerte la propuesta.
Me quedé un instante pensando. Nome fiaba mucho de él… pero estaba muerta de hambre así que acepté el trato y a la mínima cosa extraña que percibiera saldría corriendo en busca de… no sé en busca de qué.
-         De acuerdo, me llamo Emily. –le miré desconfiada.
-         Bonito nombre; no tengas miedo, ven, te llevaré a mi casa.
Y cogiéndome del brazo me hizo entrar en ese majestuoso caserón.
Era precioso: tenía lámparas de cristales haciéndose pasar por diamantes, escaleras, suelos y muebles de madera y sofás que parecían llevarte a las nubes.
-         ¿Te gusta? –me preguntó seguido de una risita.
-         Pues sí, está muy bien.
-         Ah, es que al verte con la boca abierta pensé que te habías enamorado.
Mientras él reía yo miraba hacia abajo avergonzada. ¿Por qué me había metido en este lío? Ah, vale; para sobrevivir.
William me llevó a la cocina, donde estaba su madre:
-         Ah, esta es la chica que has visto por la ventana, ¿William?
-         Exactamente, madre.
-         Ah, pues querida, ¿cómo te llamas?
-         Emily.
-         Me encanta ese nombre, se lo queríamos poner a William… pero obviamente nació chico así que… bah, no importa, ¿quieres algo, Emily?
-         Pues… tengo un poco de hambre, la verdad.
-         Vale, enseguida te hago un buen desayuno, y no des las gracias.
Sonreí. ¿Por qué eran tan amables conmigo?
-         William… ¿tú quieres algo? –preguntó su madre.
-         No mamá, ya comí algo antes.
Y diciendo eso, William me cogió de la mano y me llevó a su salón. 

jueves, 21 de julio de 2011

Chapter 4.♥

La respiración de Alice estaba my exaltada. ¿Cómo era posible? Su mejor amiga, se había desvanecido en menos de un minuto. Corrió hacia el piso de abajo, y gritando avisó a todos mis familiares de que, sin saberlo, había desaparecido por completo.
-         Pero, Alice eso es imposible. Subamos arriba. –Dijo mi madre seria y ligeramente asustada.
Al llegar arriba, miró a Alice con cara de reprimenda:
-         ¿Dónde está escondida Emily? Alice por favor, basta de bromas.
-         Que se lo juro señora, que estábamos aquí tan tranquilas jugando con aquellos disfraces de allí. Entonces Emily abrió aquél baúl y sacó un…
-         ¿El qué sacó?
Los rasgos de la cara de mi madre se llenaron de pánico.
-         Sacó un reloj. –respondió Alice, muy seria y nerviosa.
-         ¿Cómo era el reloj? –mi madre parecía cada vez más asustada.
-         Era… era un reloj de cuco. De esos que abundaban antiguamente.
-         Dios mío…
Matthew entró en el ático:
-         ¿Qué pasa? ¿Y Emily?
-         Ahora no estamos para bromas, hijo. Corre abajo a jugar con tu hermana.
Al ver que las dos lo ignoraban, el niño se fue un poco enfadado.
-         Entonces… ¿dices que sacó un reloj de cuco, no?
-         Exactamente.
Hubo un minuto de silencio. Al cabo de un pequeño tiempo, Alice se atrevió a preguntarle:
-         Señora… ¿qué había dentro de ese baúl? ¿Qué significa ese reloj?
-         Pequeña… normalmente no le contaría esto a nadie, nunca se lo he contado a nadie. Pero… eres de confianza, lo sé. Verás, yo tampoco sé mucho del tema en realidad. Cuando era joven, yo subía aquí con mi padre, como Emily en su niñez. Nos poníamos a rebuscar en baúles y eso. Entonces, una vez yo intenté abrir justamente el que tú me has señalado. Mi padre, asustado, me dijo que ahí dentro no había nada que me pudiera interesar, que ahí había magia negra’. Cuando fui un poco más mayor y lo intenté abrir de nuevo, me dijo que había cosas del trabajo… la verdad yo nunca me creí nada, pero fuera por lo que fuera, nunca abrí ese baúl.
-         Pero si ahí dentro solo hay cachivaches…
-         ¿Seguro? Y no crees… ¿Qué esos cachivaches no son simples objetos? Qué ingenuos sois los adolescentes de hoy en día… ¿Seguro que Emily solo cogió ese reloj y… desapareció?
-         Um… ahora que lo recuerdo… creo que también leyó una cosa. Sí, una extraña frase que había detrás del reloj difícil de leer.
Mamá se quedó un rato pensativa.
-         ¿Señora?
-         Dime.
-         ¿Quiere investigar un poco en el baúl?
-         No. Siempre le he tenido miedo y siempre se lo tendré.
-         Pero hay que ‘ayudar’ a Emily… ¿Pero dónde está? Dios esto es tan complicado… ¿No sería mejor llamar a la policía?
-         ¿¡Y QUÉ VA A HACER LA POLICÍA CON ESTO!? –dijo mientras los ojos, se le iban llenando de lágrimas a la vez que hablaba- Seguramente dirán que no saben que hacer… que no se rendirán pero dejarán de llamarnos… hacer de este caso algo famoso…
Alice la abrazó. Ella, también lloraba. ¿Dónde estaba Emily? Su hija, su amiga… No podían utilizar la lógica, no podían salir en su busca, no podían avisar a las autoridades… era todo muy confuso. Marie, la madre de Emily, bajó en busca de ayuda de su tía y su madre.

Estaban todas en el comedor sentadas. La tía de Emily fanfarroneaba que por qué estaba yo allí. Yo, me sentía fuera de lugar, aunque la verdad sin mí no se podría resolver nada.
-         Bien, antes de nada, por favor Alice no nos mientas absolutamente en nada, ¿vale? –empezó diciendo Marie.
-         De acuerdo. No lo dudéis, quiero a Emily a mi lado…
-         Lo que hay que hacer primero es no levantar sospechas. Yo iré mañana al instituto, y diré que Emily está tremendamente enferma, y que dudo que vaya al instituto… en mucho tiempo. Luego, NADA de echar de menos a Emily, ni nada de eso ¿entendido Alice?
-         Entendido.
-         Bien, ahora explícanos con todo detalle lo ocurrido.
Alice empezó a relatar. Se equivocaba mucho, daba trompicones y a veces tartamudeaba. No era su forma de hablar, si no que, el pánico de no volver a ver a su amiga la dejaba sin aliento.
-         Entonces… ¿dices que se desmayó y a los pocos segundos se desvaneció? –preguntó la abuela de Emily intentando parecer tranquila sin mucho éxito.
-         Eso digo… ya sé que parece mentira, pero es la verdad os lo juro.
-         Te creemos, Alice. –dijo Marie.
-         Muchas gracias.
-         Entonces… ¿Sabes algo, madre? –preguntó Marie a su madre, la abuela de Emily.
-         Pues… nunca escuché a tu padre hablar sobre personas que desaparecen sin más…
Todas callaron un instante. La abuela de Emily rompió el silencio con un sonoro ‘espera’:
-         Creo que sé algo… nunca escuché nada sobre gente que desaparece, pero si sobre un cambio de vida drástico…
-         ¿A qué te refieres, mamá? –dijo la tía de Emily.
-         Pues… ¿Recuerdas ese baúl, Marie? ¿El que tu padre te decía que no abrieras? Ese mismo ha abierto Emily, ¿no?
-         Exacto –dijo llena de terror.
-         Sí, lo recuerdo perfectamente.
-         Pues bien, ahí dentro, no había más que cachivaches como nos ha contado Alice, pero… eran unos cachivaches algo especiales, por decirlo así. Eran juguetes, adornos, útiles cosas… que mi difunto marido compraba en mercadillos de esos que pasaban de vez en cuando por el pueblo –la abuela de Emily, contaba la historia mirando para abajo, puede que no quisiera que le viéramos las lágrimas caer- yo le decía que basta, que no comprara más objetos, pero tu padre seguía. Se había viciado. Llegó el momento en el que las cosas, no iban bien en la casa. Nos encontrábamos cucarachas y ratas cada dos por tres, peleábamos muchísimo, se quemaban las comidas… Cuando ya no podíamos más, rogué a tu padre que subiera aquellos trastos al ático, y gracias a Dios que me hizo caso. En un par de días nos encontrábamos como siempre, una familia normal.
-         Entonces… quieres decir que uno de los objetos que cogió Emily tenía alguna maldición echada por decirlo así, ¿no? –dijo Alice.
-         Más o menos –prosiguió la abuela-, verás, en cada objeto había una frase escrita. Nunca nos dio por decirla en voz alta, ni por preguntarnos por qué había una en cada cosa. Eso me lo pregunté con el tiempo de haber subido las cosas… pero mi marido me dijo que no importaba. Entonces naciste tú, tus hermanos… y simplemente lo olvidamos. Pero esos objetos seguían ahí. Puede que Emily al decir la frase en voz alta… ¿Por cierto qué decía la frase?
-         Pues… -Alice intentó hacer memoria- decía algo de que si estabas harto de la vida que ese reloj la cambiaría, algo por el estilo.
-         Dios mío…
-         ¿Qué pasa señora? –le pregunté a la abuela.
-         He escuchado leyendas de esos mercadillos de gente que desapareció y no volvió jamás, eran gente cobarde.
-         ¿Quieres decir que Emily no volverá jamás? –preguntó Marie rompiendo a llorar.
-         No he dicho eso, hija. Solo digo… que nosotras no podemos hacer nada, ahora esto depende de Emily. Porque, queridas mías, nuestra chica no está en el mismo tiempo que nosotras. 

martes, 19 de julio de 2011

Chapter 3.♥

La cabeza me daba vueltas, seguro que me había dado un buen golpe. Tenía unas ganas tremendas de quedarme allí tumbada sin saber muy bien dónde, pero a la vez sabía que no podía hacerlo, pues podría no despertarme nunca jamás. Así que, saqué fuerzas de mi interior y poco a poco me fui incorporando. Abrí los ojos, pero fue igual que tenerlos cerrados. Todo estaba completamente oscuro y cerrado. Ni un hilo de luz. Ningún sonido que te hiciera saber de que hay personas humanas cerca. Nada.
Me levanté y fui tanteando en la pared, intentando encontrar un interruptor o algo por el estilo. Sin éxito. De repente empecé a estornudar, se notaba que aquí había mucho polvo. Tuve miedo, por si alguien me pudiera haber escuchado, pero creo que tuve suerte, aunque la verdad, no sé quién me iba a escuchar.
Tocando la pared, noté que al estar echa de madera, había un pequeño hueco en lo alto que se podía arrancar. Efectivamente, había una ventana escondida, parpadeé con los ojos porque la luz del sol me dio en el rostro.
Pero los parpadeos, no eran solo por la claridad. También sentía cierto pánico, al contemplar que lo que yo veía desde aquella ventana que me resultaba familiar no era la calle de enfrente que siempre había visto.
Sí, estaba mirando a través de la ventana de mi ático y aquello parecía de película. Había señoras con sombreros extra grandes y vestidos largos, sacados de alguna película de los comienzos del siglo XX. Todo aquello me asustaba demasiado, pero entonces escuché una risa. Provenía de mi casa, si podía considerarla mía. Temí que me descubrieran, así que me escondí tras un baúl lo más rápido que pude. Con los ojos llenos de asombro, vi como un señor entraba con su hijo y una vela con soporte en la mano encendida:
-         Vamos hijo, coge algún juguete que te guste. –Le dijo el hombre al pequeño.
-         ¡Vale! Quiero este –gritó con entusiasmo el niño mientras le enseñaba un muñeco de trapo que estaba tirado en el suelo.
-         Venga bajemos, que esto da muuuuuucho miedo –exageró.
-         ¡Sí! ¡Sí! ¡Bajemos!
Se marcharon y cerraron la portezuela con escándalo. Vale, por lo que acababa de ver, seguro que en mi época no estaba. Estas personas vestían diferente a mí, tenían un tono de voz diferente al mío y los coches que hace un momento vi por la ventana no eran expresamente los de última hora en el siglo XXI. Conclusión: Aquél viejo reloj que encontramos en mi desván ha hecho que cruce la línea del tiempo a… al siglo XX.
Un temor interno se apoderó de mí. Ahora, tenía miles de preguntas pero casi ninguna respuesta: ¿Cómo saldría? ¿Qué debería hacer mientras? ¿Dónde tenía que ir? ¿Podría haber alguien que me ayudara a salir? Solo sabía que aquello, me estaba asustando de verdad.

Me llevé una media hora allí escondida, intentando pensar algo. Al final decidí que lo primero, era salir de aquella casa. Pero, iba a llamar demasiado la atención, así que tenía que ingeniármelas para poder coger algún que otro vestido de los dormitorios –suerte que me conocía a la perfección esta casa- y salir a la calle. Tendría que esperar a que salieran de casa un rato o a que se durmieran… pero esa última opción era demasiado arriesgada.
Esperé hasta que la luz se apagó en la ventana, y entonces escuché un murmullo de voces durante unos 10 minutos, y luego la puerta principal cerrarse. Abrí cuidadosamente la puerta del ático y me asomé a la escalera. Veía hasta la última planta, y había tenido una suerte tremenda: La pareja de casados supongo, había salido con todos sus hijos menos el pequeño, que se había quedado aquí con una niñera. Perfecto.
Esperé a que no hicieran ningún ruido, supuse que la niñera se había quedado dormida y el niño también así que bajé muy lento al segundo piso y caminé hasta la actual habitación de mis padres. Tuve más suerte aún, ese era el cuarto de los señores de la casa. Dentro de la habitación busqué apresuradamente un armario o algo por el estilo, y encontré un vestidor. Entré en el con sumo cuidado y busqué en el apartado de los vestidos de la mujer. Escogí rápidamente el que más se ajustaba a mí y empecé a cambiarme como alma que lleva el diablo. Ahora llegaba la parte más difícil: Salir de la casa.
Estuve varios segundos dándole vueltas a la cabeza, y cuando caí quise gritar ‘¡JODER COMO NO SE ME HA OCURRIDO!’. El pasadizo secreto que había en el tercer piso. Subí rápidamente, -menos mal que aquél vestido tan largo tapaba mis bambas Converse, tan cómodas como siempre- y entre intentos e intentos de poder entrar gracias a aquél vestido tan grande por fin entré. Me sabía los caminos a la perfección así que fui hasta el que daba en el jardín. Pero mi sorpresa fue, que no entré en una habitación como esperaba. Aparecí en el jardín, al aire libre, con un perro con hambre dormido justo delante mía. Se me encogió el corazón.
Nunca había tenido tanto cuidado en mi vida. Centímetro a centímetro me fui deslizando hacia la derecha, y ahí empecé a andar cada vez más rápido, tenía un miedo increíble.
Cuando por fin, llegué a la calle, empecé a andar como todo el mundo, pero se notaba y mucho que yo no pintaba nada aquí. Mi pelo despeinado, un vestido que me estaba bastante suelto, y mi estatura… la verdad ahora mismo preferiría morir.

Había salido de la casa, pero ahora veía el verdadero reto: ¿Cómo sobrevivir hasta encontrar la solución para volver a casa?

lunes, 18 de julio de 2011

Chapter 2.♥

Toqué el timbre de mi casa. Un leve ‘Ding Dong’ sonó desde el interior. A los pocos segundos, mi tía Margaret se asomó por la puerta:
-         Ya estás aquí, nos tenías preocupados.
-         Marga ya no soy una niña… tengo 16 años, y dentro de dos meses cumpliré los 17…
-         ¿Marga? Los motes que se inventan estos niños de hoy en día no son normales. ¡MARGARET!
-         Margaret no hace falta que te pongas así, deja a la niña un poco de tranquilidad –mi querida abuela, frenándole los pies a mi tía, como siempre.
Crucé rápidamente el pasillo ajustándome bien la falta del uniforme escolar. Al pasar por al lado de mi abuela, giré la cabeza un poco hacia el lado y las dos nos sonreímos. Siempre me había caído genial mi abuela; cuando yo era más pequeña y ella no necesitaba bastón para poder caminar, íbamos las dos juntas a un pequeño parque que había al lado de mi casa, que normalmente estaba desierto. Me ponía a dibujarle cosas en la arena, a contarle historias, sueños… A la vez mi abuela sonreía y me decía que era la mejor nieta que había tenido jamás.
Subí las escaleras corriendo, escuché un leve susurro de mi tía, quejándose seguramente de lo rápido que subo a mi habitación. Dejé la mochila y me dispuse a cambiarme con ropa normal. Justo cuando me estaba peinando, escuché las llaves de casa en la cerradura de la puerta principal. Mamá ya había llegado, ahora podríamos comer. Una vez, mamá se tuvo que quedar hasta tarde en el trabajo, y como mi tía es tan estricta tuvimos que esperar hasta las 5 de la tarde para empezar a comer.
Bajé las escaleras a prisa, besé a mi madre en la mejilla como saludo y todos nos dirigimos hacia el comedor. Entre Margaret y mamá, fueron trayendo la comida a la mesa.
-         Matthew, ¿cómo te ha ido hoy la escuela? –Le pregunté a mi hermano para sacar algún tema de conversación, si no, aquello parecía un cementerio.
-         ¡MUY BIEN! Hoy en clase de Arte hemos empezado a hacer unas figuritas con una mezcla de cola y agua y papel de cocina.
Reí. Me encantaba cuando era pequeña. Era tan creativa… y no solo yo lo decía, sino todo el mundo. Lo mismo estaba haciendo una manualidad que me ponía a inventarme la letra de una canción. Parece que mis hermanos van por el mismo camino.
-         ¿Sí? Me alegro por ti, haber si la terminas y la traes a casa, muchacho.
-         ¡Claro! Si quieres te la regalo.
-         ¿Enserio? De acuerdo, pero tiene que estar bien hecha, eh…
-         ¡¡SÍ!!
Matthew se puso a pegar pequeños botes en la silla, estaba tan entusiasmado… Le despeiné un poco el pelo largo con la mano y seguimos comiendo.
Ya nadie más dijo ni una palabra. Conforme íbamos terminando de comer, cada uno llevaba su correspondiente plato y vaso al fregadero de la cocina y se podía a hacer alguna tarea pendiente. Yo, al pasar por al lado de mamá le pregunté si Alice podía venir a mi casa esta tarde como habíamos planeado, a lo que mamá me dio permiso.
Subí a mi habitación y comencé a hacer los deberes. Hoy, la profesora de Lengua había mandado haber una redacción sobre la Edad Media, ¿y qué sabía yo sobre la Edad Media? Alcancé el ordenador portátil, lo encendí y busqué en Google sobre la etapa.
Conforme lo que encontré, empecé a escribir la redacción y el tiempo se me pasó volando. Cuando había terminado, me di cuenta de que solo faltaban 20 minutos para que Alice llegara a mi casa. Revisé la agenda e hice la maleta para el próximo día de clase, viernes.
Justo en ese instante, el teléfono fijo de la segunda planta sonó con su inconfundible sonido. Corrí al pasillo, y lo cogí.
-         ¿Sí?
-         ¡Emily!
-         ¡Alice! Sabía que eras tú. ¿Pasa algo?
-         ¿Eh? No, bueno que si te apetece que me lleve alguna película para verla juntas.
-         ¡Claro! ¿Y cuál te piensas traer?
-         Pues no sé… ¿Te parece bien The Last Song?
-         ¡Sí! Me encanta... aunque tenga ese final tan triste, jajaja.
-         Pues sí… pero mola la peli. Vale, la busco en el armario y me voy para tu casa. ¡Un beso!
-         Venga, ¡Adiós! Besos.
Colgué yo primera. Fui a mi cuarto a preparar el DVD, que hacía meses que no utilizaba. Cuando lo hube arreglado, alguien llamó a la puerta. Le abrió mamá y Alice subió rápida a mi cuarto:
-         ¡Hola!
-         ¡Ey!
Nos abrazamos como saludo.
-         ¿Vemos la peli?
-         Venga vale, estaba preparando el DVD.
Encendimos el equipo, pusimos el disco y nos dispusimos a ver la película. Mientras se reproducía, Alice y yo reímos, lloramos, criticamos, imitamos y demás. Al terminar, las dos estábamos en una fase de lágrimas y risas al mismo tiempo.
-         Emily, ¿hacemos algo para distraernos?
-         Será lo mejor, yo no puedo con el final de esta película.
-         ¿Y qué hacemos?
-         Pues… la verdad es que no lo sé.
Seguidamente escuchamos un ruido de cristales. Era Matthew, que jugando con Jenny a la pelota se les había escapado y había dado en el pequeño cristal del ático. Mi abuela, nos mandó ir allí a recogerla y que ya luego buscarían una solución para el cristal, mientras mamá tranquilizada a mi tía.
-         Vamos, Alice.
Las dos subimos las escaleras hacia el tercer piso y entramos en el oscuro y lleno de polvo, ático.
¿Cuánto tiempo hacía que no subía aquí? Quizá un poco, o bastante. Encendí una luz que había, era una bombilla colgando del techo. Miré alrededor. Aquello molaba cantidad.
-         Mira, Emily. –Dijo Alice mientras me enseñaba la pelota de mi hermano.
-         Espera, vamos a quedarnos un poco más.
-         ¡Vale!
Y así estuvimos. Nos miramos en viejos espejos, descubrimos cuadros de antepasados, libros anticuados… incluso un par de baúles. Alice abrió uno de ellos, y estaba lleno de disfraces.
- ¡MIRA QUE SUPER GUAY, EMILY!
No lo dudamos ni un instante, las dos empezamos a probarnos disfraz tras disfraz, y a la vez haciendo fotos con la cámara que había traído Alice en el bolsillo.
Luego, pillada por la curiosidad, fui a abrir el segundo baúl.
- Emily, ahí no hay nada interesante. Solo cachivaches, seguro que de la época del Paleolítico. JAJAJAJAJAJAJA.
Pero yo no paré, abrí el baúl y empecé a curiosear los viejos objetos. Ninguno tenía nada en especial, pero al sacar un viejo reloj, me detuve a observarlo. Era un reloj de cuco, que de alguna forma u otra, me resultaba familiar.
-         Emily venga ya, vamos a hacernos fotos con los disfra… ¡VAYA! ¿De dónde has sacado eso? Mola.
-         Del baúl que tú dices que solo hay cachivaches, le dije con una sonrisa victoriosa.
-         Bueno… pero ¡DÉJAME VER!
Estuvimos un rato mirándolo por todos lados, hasta que de una pasada con la mano, quité una parte de polvo de la parte de atrás. Y no era solo madera, ponía una frase difícil de leer.
Las dos estábamos asombradas. Tanto, que yo no pude evitar intentar leer lo que ponía:
-         Si de la rutina diaria… constante estás… cansada –Alice me miraba con cara de más asombro aún- …escucha mi tic… mi tic tac… verás como… ¿todo?... como todo cambia.
Instintivamente las dos pusimos la oreja en el viejo reloj, y efectivamente: Estaba sonando un ‘tic tac’.
-         ¡FUNCIONA! –gritó Alice.
-         ¡Sí! ¿Pero y esa frase?
-         Pues no sé, pero esto mola tía.
-         Pues sí...
De repente se me puso la cara blanca. Abrí los ojos. Sentía que iba a vomitar.
-         ¿Emily?
-         ¿S-sí?
-         ¿TE OCURRE ALGO?
-         No… esto es pasajero.
El dolor iba a más. ¿Pero esto que era? Iba a ponerme las manos en la frente, porque sentía que sudaba, pero entonces la cabeza se me hecho hacia delante.

Solo escuchaba suaves murmullos. ¿Alguien me estaba dando tortas en la cara? No lo sabía exactamente.
‘¡OH DIOS MIO!’
‘AHORA MISMO TRAIGO A ALGUIEN, EMILY’
Eran simples cosas que ni siquiera sabía interpretar. De un momento a otro, creo que cerré los ojos, caí al suelo y mi cuerpo se desvaneció en cualquier otra parada del tiempo.