El corazón nunca me había latido tan rápido. Desde pequeña siempre había tenido muchos miedos, pero uno de los peores era el miedo a las alturas. No podía creer lo que estaba haciendo. Sabía que tenía un 90% de posibilidades de caer a la calle, que nadie la viera, morir y terminar para siempre. Pero había algo, que hacía que la cabeza se le fuera a otra parte. Quizá sería que el concepto de saber que es invisible en el siglo 21, o el de que hace nada, estaba viajando en el tiempo.
Avancé despacio y con cuidado hasta llegar a la ventana de mi cuarto. Di gracias a Dios por tener una casa vieja con ventanas sobresalientes, no como por ejemplo la de Alice, que era totalmente plana por fuera. Escalé por la ventana hacía arriba todo lo cuidadosamente y rápido que pude, pues una de las peores cosas que se me daban era escalar. En la acampada del colegio hace unos 5 años, siempre perdía en todas las cosas de este tipo. Yo insistía en no ir, pero mamá decía que estaba obligada, para así poder relacionarme más con los demás chicos y chicas.
Al terminar de subir por la ventana, decidí sentarme un poco en un trozo de tejado que había. Total, nadie me veía. Observé detenidamente toda la ciudad: Había un parque cerca, con niños jugando, otros peleando o simplemente caminando con sus correspondientes madres. Veía las ventanas de los vecinos, unos discutían, una chica estaba conectada al ordenador, seguramente en Facebook y un chico un poco más lejos, se miraba en el espejo si tenía más abdominales que hace una semana. Todo el mundo siguiendo su monótona y tranquila vida, como yo hace un par de días. Ahora mismo estaría en el ordenador, o riendo con Alice, o leyendo un libro o simplemente quejándome de mi asco de vida, pero ahora me parece asco es esto. Al igual que hubo una forma de viajar al pasado, también habrá otra forma para estar en el presente, que me reconozcan y no saltar nunca más en el tiempo.
Volviendo al mundo real, me levanté con cuidado y escalé un poco más. ¿Quién iba a imaginar que hoy estaría subiendo por las tejas de mi casa? Era alucinante. Al llegar arriba del todo, me dirigí hacia la chimenea. Cuando llegué a ella, me apoyé y entonces, antes de seguir, me quedé paralizada. Todo, absolutamente todo lo que había alrededor no parecía mi ciudad de siempre. Vista desde otra perspectiva, todo era mucho más bonito y encantador. ¿Cómo se vería la ciudad desde aquí en el pasado?
Entonces, me percaté. ¿Cómo iba a salir de mi casa por el tejado? Supongo que los nervios me habían jugado una mala pasada, y había corrido todo este peligro y miedo para nada. Además, si me fuera, ¿dónde iba a ir? Nadie podía verme, pero sí sentirme. Pero, ¿sentirme para qué? Eso no solucionaría nada. Al intentar volver a bajar para abajo, resbalé con una teja medio caída y me quedé agarrada de la chimenea otra vez. Al prestar atención, me di cuenta de que debajo de esa teja, había como una especie de trampilla, supuestamente al ático. No me lo pensé dos veces. Empecé a arrancar tejas con cuidado -lo siento mamá, pero es por mi vida- y descubrí la salida. Estaba un poco dura, pero a los pocos segundos conseguí abrirla. Estaba un poco alto, pero mejor era eso que arriesgarme a caer desde el 3º piso de mi casa.
Conté hasta tres y me dejé caer en el suelo. Sonó muy fuerte, y supuse que vendrían a mirar si había pasado algo. Pero no me preocupé, con que me mantuviera en una esquina quieta no notarían mi presencia. Me había torcido un poco los tobillos, pero no pensé que fuera importante. De repente escuché a una persona subir las escaleras, y silenciosa me dirigí a la esquina derecha a esperar a que se marchara.
La persona que entró en el ático no era exactamente la que yo me esperaba encontrar. Era Alice, con lágrimas en los ojos y el rimel un poco corrido. Me entraron unas terribles ganas de correr hacia ella, abrazarla y decirle que estaba ahí con ella, que nada iba mal. Bueno sí, viajaba al futuro sin darme cuenta y la gente no podía verme, pero eso no importaba. Porque cada vez que yo tenía un problema, por tonto que sea, Alice estaba ahí para apoyarme. Siempre me defendía. Siempre estaba de mi lado. Siempre reía conmigo y lloraba conmigo. Y ahora mismo las dos estábamos llorando de desesperación al no tenernos la una a la otra. ¿Ya no más tardes de películas románticas? No quería creérmelo. ¿No más días llenos de mini conciertos por nosotras mismas? Imposible.
No lo pude evitar, me eché a correr hacia ella, que estaba en el medio de la habitación, confusa. Cuando la abracé, a Alice se le encogió el pecho. Sintió como si la ahogaban, pero acto seguido relajó sus facciones y noté como se iba sintiendo más aliviada. Yo sentía su corazón latir, y puede que ella el mío. Así estuvimos durante un rato, hasta que de repente, sentí como mis pies volvían a sentirse algo ligeros otra vez. Alice se mantuvo alerta de nuevo, y sin saber por qué, grito mi nombre. ¿Me estaba viendo? Instintivamente yo grité el suyo, y alargué mi mano hacia la suya. Ella me la dio, pero empecé a sentir más y más náuseas conforme pasaban los segundos, y sin ni siquiera darme cuenta, nuestras manos se separaron y yo vi como una de las personas a las que más quería en el mundo se desvanecía ante mis ojos, expresando miedo y nervios, mientras yo sentía ser la chica más estúpida del mundo.
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