martes, 19 de julio de 2011

Chapter 3.♥

La cabeza me daba vueltas, seguro que me había dado un buen golpe. Tenía unas ganas tremendas de quedarme allí tumbada sin saber muy bien dónde, pero a la vez sabía que no podía hacerlo, pues podría no despertarme nunca jamás. Así que, saqué fuerzas de mi interior y poco a poco me fui incorporando. Abrí los ojos, pero fue igual que tenerlos cerrados. Todo estaba completamente oscuro y cerrado. Ni un hilo de luz. Ningún sonido que te hiciera saber de que hay personas humanas cerca. Nada.
Me levanté y fui tanteando en la pared, intentando encontrar un interruptor o algo por el estilo. Sin éxito. De repente empecé a estornudar, se notaba que aquí había mucho polvo. Tuve miedo, por si alguien me pudiera haber escuchado, pero creo que tuve suerte, aunque la verdad, no sé quién me iba a escuchar.
Tocando la pared, noté que al estar echa de madera, había un pequeño hueco en lo alto que se podía arrancar. Efectivamente, había una ventana escondida, parpadeé con los ojos porque la luz del sol me dio en el rostro.
Pero los parpadeos, no eran solo por la claridad. También sentía cierto pánico, al contemplar que lo que yo veía desde aquella ventana que me resultaba familiar no era la calle de enfrente que siempre había visto.
Sí, estaba mirando a través de la ventana de mi ático y aquello parecía de película. Había señoras con sombreros extra grandes y vestidos largos, sacados de alguna película de los comienzos del siglo XX. Todo aquello me asustaba demasiado, pero entonces escuché una risa. Provenía de mi casa, si podía considerarla mía. Temí que me descubrieran, así que me escondí tras un baúl lo más rápido que pude. Con los ojos llenos de asombro, vi como un señor entraba con su hijo y una vela con soporte en la mano encendida:
-         Vamos hijo, coge algún juguete que te guste. –Le dijo el hombre al pequeño.
-         ¡Vale! Quiero este –gritó con entusiasmo el niño mientras le enseñaba un muñeco de trapo que estaba tirado en el suelo.
-         Venga bajemos, que esto da muuuuuucho miedo –exageró.
-         ¡Sí! ¡Sí! ¡Bajemos!
Se marcharon y cerraron la portezuela con escándalo. Vale, por lo que acababa de ver, seguro que en mi época no estaba. Estas personas vestían diferente a mí, tenían un tono de voz diferente al mío y los coches que hace un momento vi por la ventana no eran expresamente los de última hora en el siglo XXI. Conclusión: Aquél viejo reloj que encontramos en mi desván ha hecho que cruce la línea del tiempo a… al siglo XX.
Un temor interno se apoderó de mí. Ahora, tenía miles de preguntas pero casi ninguna respuesta: ¿Cómo saldría? ¿Qué debería hacer mientras? ¿Dónde tenía que ir? ¿Podría haber alguien que me ayudara a salir? Solo sabía que aquello, me estaba asustando de verdad.

Me llevé una media hora allí escondida, intentando pensar algo. Al final decidí que lo primero, era salir de aquella casa. Pero, iba a llamar demasiado la atención, así que tenía que ingeniármelas para poder coger algún que otro vestido de los dormitorios –suerte que me conocía a la perfección esta casa- y salir a la calle. Tendría que esperar a que salieran de casa un rato o a que se durmieran… pero esa última opción era demasiado arriesgada.
Esperé hasta que la luz se apagó en la ventana, y entonces escuché un murmullo de voces durante unos 10 minutos, y luego la puerta principal cerrarse. Abrí cuidadosamente la puerta del ático y me asomé a la escalera. Veía hasta la última planta, y había tenido una suerte tremenda: La pareja de casados supongo, había salido con todos sus hijos menos el pequeño, que se había quedado aquí con una niñera. Perfecto.
Esperé a que no hicieran ningún ruido, supuse que la niñera se había quedado dormida y el niño también así que bajé muy lento al segundo piso y caminé hasta la actual habitación de mis padres. Tuve más suerte aún, ese era el cuarto de los señores de la casa. Dentro de la habitación busqué apresuradamente un armario o algo por el estilo, y encontré un vestidor. Entré en el con sumo cuidado y busqué en el apartado de los vestidos de la mujer. Escogí rápidamente el que más se ajustaba a mí y empecé a cambiarme como alma que lleva el diablo. Ahora llegaba la parte más difícil: Salir de la casa.
Estuve varios segundos dándole vueltas a la cabeza, y cuando caí quise gritar ‘¡JODER COMO NO SE ME HA OCURRIDO!’. El pasadizo secreto que había en el tercer piso. Subí rápidamente, -menos mal que aquél vestido tan largo tapaba mis bambas Converse, tan cómodas como siempre- y entre intentos e intentos de poder entrar gracias a aquél vestido tan grande por fin entré. Me sabía los caminos a la perfección así que fui hasta el que daba en el jardín. Pero mi sorpresa fue, que no entré en una habitación como esperaba. Aparecí en el jardín, al aire libre, con un perro con hambre dormido justo delante mía. Se me encogió el corazón.
Nunca había tenido tanto cuidado en mi vida. Centímetro a centímetro me fui deslizando hacia la derecha, y ahí empecé a andar cada vez más rápido, tenía un miedo increíble.
Cuando por fin, llegué a la calle, empecé a andar como todo el mundo, pero se notaba y mucho que yo no pintaba nada aquí. Mi pelo despeinado, un vestido que me estaba bastante suelto, y mi estatura… la verdad ahora mismo preferiría morir.

Había salido de la casa, pero ahora veía el verdadero reto: ¿Cómo sobrevivir hasta encontrar la solución para volver a casa?

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