jueves, 21 de julio de 2011

Chapter 4.♥

La respiración de Alice estaba my exaltada. ¿Cómo era posible? Su mejor amiga, se había desvanecido en menos de un minuto. Corrió hacia el piso de abajo, y gritando avisó a todos mis familiares de que, sin saberlo, había desaparecido por completo.
-         Pero, Alice eso es imposible. Subamos arriba. –Dijo mi madre seria y ligeramente asustada.
Al llegar arriba, miró a Alice con cara de reprimenda:
-         ¿Dónde está escondida Emily? Alice por favor, basta de bromas.
-         Que se lo juro señora, que estábamos aquí tan tranquilas jugando con aquellos disfraces de allí. Entonces Emily abrió aquél baúl y sacó un…
-         ¿El qué sacó?
Los rasgos de la cara de mi madre se llenaron de pánico.
-         Sacó un reloj. –respondió Alice, muy seria y nerviosa.
-         ¿Cómo era el reloj? –mi madre parecía cada vez más asustada.
-         Era… era un reloj de cuco. De esos que abundaban antiguamente.
-         Dios mío…
Matthew entró en el ático:
-         ¿Qué pasa? ¿Y Emily?
-         Ahora no estamos para bromas, hijo. Corre abajo a jugar con tu hermana.
Al ver que las dos lo ignoraban, el niño se fue un poco enfadado.
-         Entonces… ¿dices que sacó un reloj de cuco, no?
-         Exactamente.
Hubo un minuto de silencio. Al cabo de un pequeño tiempo, Alice se atrevió a preguntarle:
-         Señora… ¿qué había dentro de ese baúl? ¿Qué significa ese reloj?
-         Pequeña… normalmente no le contaría esto a nadie, nunca se lo he contado a nadie. Pero… eres de confianza, lo sé. Verás, yo tampoco sé mucho del tema en realidad. Cuando era joven, yo subía aquí con mi padre, como Emily en su niñez. Nos poníamos a rebuscar en baúles y eso. Entonces, una vez yo intenté abrir justamente el que tú me has señalado. Mi padre, asustado, me dijo que ahí dentro no había nada que me pudiera interesar, que ahí había magia negra’. Cuando fui un poco más mayor y lo intenté abrir de nuevo, me dijo que había cosas del trabajo… la verdad yo nunca me creí nada, pero fuera por lo que fuera, nunca abrí ese baúl.
-         Pero si ahí dentro solo hay cachivaches…
-         ¿Seguro? Y no crees… ¿Qué esos cachivaches no son simples objetos? Qué ingenuos sois los adolescentes de hoy en día… ¿Seguro que Emily solo cogió ese reloj y… desapareció?
-         Um… ahora que lo recuerdo… creo que también leyó una cosa. Sí, una extraña frase que había detrás del reloj difícil de leer.
Mamá se quedó un rato pensativa.
-         ¿Señora?
-         Dime.
-         ¿Quiere investigar un poco en el baúl?
-         No. Siempre le he tenido miedo y siempre se lo tendré.
-         Pero hay que ‘ayudar’ a Emily… ¿Pero dónde está? Dios esto es tan complicado… ¿No sería mejor llamar a la policía?
-         ¿¡Y QUÉ VA A HACER LA POLICÍA CON ESTO!? –dijo mientras los ojos, se le iban llenando de lágrimas a la vez que hablaba- Seguramente dirán que no saben que hacer… que no se rendirán pero dejarán de llamarnos… hacer de este caso algo famoso…
Alice la abrazó. Ella, también lloraba. ¿Dónde estaba Emily? Su hija, su amiga… No podían utilizar la lógica, no podían salir en su busca, no podían avisar a las autoridades… era todo muy confuso. Marie, la madre de Emily, bajó en busca de ayuda de su tía y su madre.

Estaban todas en el comedor sentadas. La tía de Emily fanfarroneaba que por qué estaba yo allí. Yo, me sentía fuera de lugar, aunque la verdad sin mí no se podría resolver nada.
-         Bien, antes de nada, por favor Alice no nos mientas absolutamente en nada, ¿vale? –empezó diciendo Marie.
-         De acuerdo. No lo dudéis, quiero a Emily a mi lado…
-         Lo que hay que hacer primero es no levantar sospechas. Yo iré mañana al instituto, y diré que Emily está tremendamente enferma, y que dudo que vaya al instituto… en mucho tiempo. Luego, NADA de echar de menos a Emily, ni nada de eso ¿entendido Alice?
-         Entendido.
-         Bien, ahora explícanos con todo detalle lo ocurrido.
Alice empezó a relatar. Se equivocaba mucho, daba trompicones y a veces tartamudeaba. No era su forma de hablar, si no que, el pánico de no volver a ver a su amiga la dejaba sin aliento.
-         Entonces… ¿dices que se desmayó y a los pocos segundos se desvaneció? –preguntó la abuela de Emily intentando parecer tranquila sin mucho éxito.
-         Eso digo… ya sé que parece mentira, pero es la verdad os lo juro.
-         Te creemos, Alice. –dijo Marie.
-         Muchas gracias.
-         Entonces… ¿Sabes algo, madre? –preguntó Marie a su madre, la abuela de Emily.
-         Pues… nunca escuché a tu padre hablar sobre personas que desaparecen sin más…
Todas callaron un instante. La abuela de Emily rompió el silencio con un sonoro ‘espera’:
-         Creo que sé algo… nunca escuché nada sobre gente que desaparece, pero si sobre un cambio de vida drástico…
-         ¿A qué te refieres, mamá? –dijo la tía de Emily.
-         Pues… ¿Recuerdas ese baúl, Marie? ¿El que tu padre te decía que no abrieras? Ese mismo ha abierto Emily, ¿no?
-         Exacto –dijo llena de terror.
-         Sí, lo recuerdo perfectamente.
-         Pues bien, ahí dentro, no había más que cachivaches como nos ha contado Alice, pero… eran unos cachivaches algo especiales, por decirlo así. Eran juguetes, adornos, útiles cosas… que mi difunto marido compraba en mercadillos de esos que pasaban de vez en cuando por el pueblo –la abuela de Emily, contaba la historia mirando para abajo, puede que no quisiera que le viéramos las lágrimas caer- yo le decía que basta, que no comprara más objetos, pero tu padre seguía. Se había viciado. Llegó el momento en el que las cosas, no iban bien en la casa. Nos encontrábamos cucarachas y ratas cada dos por tres, peleábamos muchísimo, se quemaban las comidas… Cuando ya no podíamos más, rogué a tu padre que subiera aquellos trastos al ático, y gracias a Dios que me hizo caso. En un par de días nos encontrábamos como siempre, una familia normal.
-         Entonces… quieres decir que uno de los objetos que cogió Emily tenía alguna maldición echada por decirlo así, ¿no? –dijo Alice.
-         Más o menos –prosiguió la abuela-, verás, en cada objeto había una frase escrita. Nunca nos dio por decirla en voz alta, ni por preguntarnos por qué había una en cada cosa. Eso me lo pregunté con el tiempo de haber subido las cosas… pero mi marido me dijo que no importaba. Entonces naciste tú, tus hermanos… y simplemente lo olvidamos. Pero esos objetos seguían ahí. Puede que Emily al decir la frase en voz alta… ¿Por cierto qué decía la frase?
-         Pues… -Alice intentó hacer memoria- decía algo de que si estabas harto de la vida que ese reloj la cambiaría, algo por el estilo.
-         Dios mío…
-         ¿Qué pasa señora? –le pregunté a la abuela.
-         He escuchado leyendas de esos mercadillos de gente que desapareció y no volvió jamás, eran gente cobarde.
-         ¿Quieres decir que Emily no volverá jamás? –preguntó Marie rompiendo a llorar.
-         No he dicho eso, hija. Solo digo… que nosotras no podemos hacer nada, ahora esto depende de Emily. Porque, queridas mías, nuestra chica no está en el mismo tiempo que nosotras. 

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