- ¿Emily?
Miré a William con los ojos abiertos como platos. Había estado más de un día fuera, ¿cómo íbamos a estar aquí todavía?
- Qué.
- Pues... qué te pasa, supongo. ¿Por qué has salido corriendo a esconderte detrás de este árbol?
- Ah... pues... cosas de chicas.
- Ah, entiendo. ¿Qué tal si olvidamos todo esto y seguimos con nuestro paseo?
- Sería estupendo -dije con una sonrisa forzada.
- Sabes, que haces mucha gracia ahí tirada, en el pie de este gran árbol y seguramente... un poco sucia, ¿no?
William rió. Ahora mismo, me estaba dejando por los suelos, nunca mejor dicho. Pero de alguna forma, William hacía que cuando se reía, una paz interior te recorriera por dentro, y que entonces solo puedas sentirte bien y sonreír.
¿PERO QUÉ ESTABA DICIENDO? Vamos, hacía nada que conocía a este chico y ya le estaba echando flores, tenía que volver al mundo real. Nunca mejor dicho, otra vez.
- ¿Te ayudo? -me preguntó William mientras me tendió una mano y se aguantaba las ganas de reír.
- Mmm, me parece que yo puedo sola.
- Vale, vale. Jajajaja, hacía tiempo que no lo pasaba tan bien.
- ¿Tan bien?
- Sí, ya sabes, hacía tiempo que no me reía, que me limitaba a la rutina de siempre, no hacía cosas nuevas. Y esto ha sido realmente gratificante para mí, aunque no lo creas.
Me hacía gracia cómo hablaba William. Claro, estábamos a cientos de años atrás. ¿Cómo se lo tomaría si le contase que de donde de verdad vengo, el está ya más que muerto? Reí por lo bajo.
-William se aclaró la garganta- Bueno, ¿te apetece que vayamos a algún lugar en especial?
- Que no, que me da igual. Llévame donde tu quieras.
En mi época, eso hubiera significado su casa, su habitación y su cama. Me sentí bien en ese momento, porque sabía que en esta época, las probabilidades de que William me violara o algo por el estilo eran muy muy escasas.
- Está bien, te llevaré a mi lado favorito de este parque.
- Tú mandas.
Estuvimos unos 20 minutos andando y hablando sobre nuestras vidas, sobre todo la de William. Me contó que su padre murió cuando él aún era joven, y que ahora su madre estaba como loca buscando pretendientas por todo el condado, pues si ella moría, nuestra familia se iba a pique.
- ¿Y no te da miedo... ya sabes, llevarlo todo?
- Un poco, pero estoy obligado. No tengo elección.
También me contó todo sobre este parque, los alrededores, sus leyendas; tanto las ciertas como las que menos se creían, su historia... era todo realmente interesante. No era como la típica clase de Historia del señor Adam, que pasaba más de la mitad de la clase peinándose su querido bigote, esto era más... real. Lo estaba viviendo, sí, a partir de ahora iba a sacar matrícula en Historia.
- Llevo mucho tiempo hablando de mi... ahora te toca a ti, Emily.
- ¿A mí? -empecé a ponerme nerviosa, y el sudor frío empezó a recorrer mi frente.
- Sí, a ti. No tienes ningún problema, ¿no?
- Eh... bueno; si quieres saber más sobre mí, tendrás que ganártelo.
- ¿Y cómo hago eso?
- Ya lo verás.
- ¿Ya lo veré? ¿Qué me quieres decir con eso?
- Tú mismo lo averiguarás.
- Emily, siento decepcionarte pero no entiendo nada de lo que me estás diciendo.
Salí corriendo hacia delante.
- ¡Emily, espera! ¿Qué pasa ahora?
Me dí la vuelta, y William corrió hacia mí:
- ¿Qué quieres decir?
- Confía en mí -le sonreí.